El rol de los micronegocios en general es fundamental para la construcción de una sociedad más equitativa, entendiendo la capacidad y el potencial que tienen para generar bienestar y para la construcción de tejido empresarial y social, especialmente en el ámbito local.
Este segmento de negocios se desarrolla en contextos de alta informalidad, mercados poco desarrollados e incompletos, bajas tasas de productividad, ausencia de habilidades gerenciales, desafíos en materia de inclusión financiera y condiciones habilitantes limitadas para promover su crecimiento en el territorio. Este panorama afecta sus posibilidades de crecimiento y su consecuente inserción en el aparato productivo formal.
De otra parte, debe considerarse que la baja productividad del segmento microempresarial también está determinada por las fallas de mercado y de Gobierno que han impedido generar un entorno favorable para su desarrollo productivo y para propiciar su crecimiento.
Lo anterior podría explicarse en parte, porque los emprendedores de estos segmentos poblacionales y empresariales no habrían logrado desarrollar las capacidades empresariales y las habilidades y competencias gerenciales suficientes para que sus iniciativas sean sostenibles, se consoliden y puedan aprovechar oportunidades de crecimiento.
Lograr un contexto propicio para la sostenibilidad y crecimiento de los micronegocios, especialmente aquellos liderados por las poblaciones vulnerables, en los sistemas productivos locales, permite mejorar los impactos directos que tienen sobre la generación de ingresos y la calidad del empleo.
Según la Gran Encuesta Integrada de Hogares (2019), Colombia cuenta con 5,9 millones de micronegocios
[1] y aporta el 46,2% del empleo en el país. En este universo, el 87,6% de los micronegocios son de trabajadores por cuenta propia y solo el 12,4% son de patronos o empleadores. Cabe también destacar que el 34,8% constituyó el negocio porque no tiene otra alternativa de ingresos.
En cuanto a formalización, se destaca que tan solo el 20% tienen RUT y el 12.2% tienen registro mercantil. Asimismo, tan solo el 7,7% realizó aportes a salud y pensión, el 4,5% solo a salud, el 0,4% solo a pensión y el 5,2% aportan a ARL.
Las microempresas generan un total de 15.495.937 de empleos, de los cuales 1.868.548 son formales, es decir el 12% del empleo total que generan (DANE, GEIH Módulo de Micronegocios).
Uno de los principales aspectos que obstaculizan el desarrollo de las empresas es la cantidad de trámites y requisitos que incrementan los costos para su operación formal. Muchas empresas del segmento micro perciben en estos requisitos una barrera de acceso al mercado, evaluándolos como complejos, costosos e innecesarios, especialmente frente a las cargas regulatoria y tributaria.
De otra parte, las micro y pequeñas empresas según datos del Registro Único Empresarial y Social –RUES- a abril de 2020, representan el 98,17% del tejido empresarial colombiano, siendo un total de 1.697.058 empresas activas en el RUES, de las cuales, solo las microempresas representan el 92,8% del tejido empresarial con un total de 1.603.647 microempresas activas.
En el panorama expuesto, resulta clave destacar que las poblaciones vulnerables, han encontrado en los micronegocios formales e informales una opción para la generación de ingresos en sus familias. El 27% de la Población Colombiana era catalogada en la GEIH 2017-2018 como pobre y el 39,8% como vulnerable; un 66% en total es vulnerable.
Para el 2018, el coeficiente de desigualdad de ingresos Gini registró un valor de 0,517 frente 0,508 en 2017 a nivel nacional y de acuerdo con los registros de la Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas –UARIV-, existen 8.5 Millones de víctimas del conflicto, de las cuales, 7,5 son víctimas del desplazamiento forzado.
Entidades multilaterales como la CAF, señalan que en Latinoamérica existe una gran cantidad de individuos que eligen constituir empresas no tanto por explotar una oportunidad de mercado sino por la falta de una oportunidad de trabajo salariado (CAF, 2013). En este sentido, existen muchas microempresas e iniciativas productivas que responden a lógicas de negocios de baja complejidad, productividad y generación de ingresos, estableciendo una dinámica de autoempleo que sustenta las condiciones propicias para la informalidad y las dinámicas de subsistencia y de crecimiento débil.
En este contexto, es importante señalar que, a menor nivel de ingresos, la población en más proclive a emprender más por necesidad y menos por oportunidad: