En 2003, el DNP realizó un ejercicio cuantitativo para analizar los principales impactos de firmar un TLC con Estados Unidos. Algunos de los resultados permitieron a los críticos de la negociación formular un pronóstico sombrío: la gestación de un déficit comercial estructural con este país (hemos tenido superávit durante muchos años) y el agravamiento de la situación del fisco como consecuencia de la eliminación de aranceles. A primera vista tienen razón: las exportaciones y las importaciones crecerían 6.4% y 11.9%, respectivamente, mientras que el ingreso por aranceles caería US $ 591 millones. Estos resultados teóricos obedecen a las limitaciones inherentes a la herramienta utilizada -modelos de equilibrio general (MEG)-, que deben ser tomadas en consideración para interpretar los resultados.

Los MEG comparan "fotos" de una economía en dos momentos distintos: la situación actual, teniendo en cuenta los niveles arancelarios y los flujos comerciales existentes frente al país con el que se está negociando, y la que se presentaría si, de modo instantáneo, todos los aranceles se redujeran a cero. Puesto que se trata de mediciones entre dos situaciones hipotéticas, sin que entre ellas haya un proceso de transición, los resultados del ejercicio tienen sentido. Como el arancel nominal promedio de Colombia es 11.94%, mientras que el de Estados Unidos es 4.39%, es obvio que en el modelo las ganancias de una desgravación arancelaria súbita beneficien más en promedio a los consumidores colombianos que a los norteamericanos.

En efecto: suponiendo que la demanda por importaciones de Estados Unidos y, a su vez, la demanda por nuestros productos en ese mercado, son función exclusivamente de los precios, y que estos son totalmente elásticos a los movimientos arancelarios, la demanda por importaciones de productos norteamericanos tendería a aumentar más que nuestras exportaciones al país del norte. De otro lado, y como consecuencia de la desgravación frente al país del cual provienen más del 40% de nuestras importaciones, se registraría una pérdida sustancial de ingresos fiscales por concepto de aranceles.

Es importante, sin embargo, tener en cuenta que los MEG no capturan la gradualidad en el proceso de desgravación arancelaria: tratándose de productos agrícolas, en el caso de los más sensibles, los plazos podrán ser superiores a 10 años, y hasta ese plazo tratándose de bienes industriales. Tampoco el impacto del principio de asimetría que se traduce en una desgravación más acelerada en beneficio de Colombia que en el de nuestra contraparte. El efecto conjunto de ambos elementos -que, por cierto, son indeclinables en la negociación- abre un amplio espacio para aumentar nuestras exportaciones y atemperar la pérdida de aranceles.

Adicionalmente, los MEG no incorporan todos los impactos de los procesos de integración económica. Con algunas variaciones en la metodología, el modelo del CIDE de la Universidad de Antioquia evalúa el impacto del TLC en los flujos de capitales y en el incremento de la productividad. Los resultados muestran que el déficit comercial sería menor (las exportaciones crecerían el 8.2% y las importaciones el 11.2%); además, los ingresos del gobierno aumentarían $ 757 mil millones porque la caída en los recaudos por aranceles se vería más que compensada por los mayores ingresos de impuestos directos e indirectos derivados del mayor crecimiento económico. Por este motivo también habría impactos positivos en el volumen y calidad del empleo.

Suele decirse que la economía es la “ciencia lúgubre”; casi nunca ha sido capaz de anticipar los ciclos de crecimiento y bienestar. Por eso muchas veces resulta mejor, en el diseño de la política económica, basarse en la historia de países exitosos que en modelos econométricos.

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